En todos los países aflora la “economía sumergida” cual mala hierba en los floridos pastos de jardín o como simple herramienta de supervivencia ante la mala administración política promovida por la corrupción.

Uno de los “negocios” que se han mantenido en el candelero en Argentina desde tiempo atrás, son los “arbolitos” o personas que intercambian dólares en la calle, de ahí su nombre, porque permanecen parados en la acera ofreciendo cambio a los viandantes.

Obviamente en las ganancias de los “arbolitos” se presentan fluctuaciones, dependiendo de la zona, o de la situación del dólar, pero el promedio estándar se sitúa en unos 30 centavos de pesos por cada dólar intercambiado, que pasa a formar parte del dinero no declarado que se mueve dentro del estado argentino y que ha resultado siempre muy difícil de cuantificar y controlar.

Para evitar estos movimientos ilegales de capital, el gobierno argentino ha reforzado las medidas antiblanqueo, endureciendo las políticas en el manejo del dinero que obligan a aportar datos adicionales para la adquisición de dólares americanos y a restringir las cantidades en función del patrimonio.

Esta medida impuesta por la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) puede reducir drásticamente el intercambio fraudulento de dólares, pero como contramedida favorece la venta en negro, ya que al no poder recurrir al intercambio por los procesos habituales, la gente recurre a la venta ilegal.

Esta medida, también ha terminado por colapsar las casas de cambio en vista de la desaparición instantánea de los arbolitos, quienes con las nuevas medidas aplicadas no podrán justificar sus movimientos monetarios han optado por acatar el mandato, al menos por ahora.

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